LA FORMA DEL MAR

Acerca de las primeras representaciones del Mare Nostrum

Los mapas son tan antiguos como la propia civilización. El ser humano siempre se ha visto impelido a conocer el lugar donde vive, los espacios que lo rodean y los territorios situados más allá del mundo conocido. Esta necesidad le ha llevado, desde tiempos remotos, a reproducir con dibujos dichos enclaves a escala. Los mapas surgieron cuando el ser humano se propuso recorrer territorios ignotos con fines de exploración, comercio o conquista. Antiguamente, su realización se basó en una conjunción de la propia experiencia sensorial, relatos de los navegantes, nociones matemáticas y conocimientos astronómicos, que lograron plasmarse con asombrosa precisión y belleza, pese a las limitaciones de la época.

Casa Mediterráneo ha querido dirigir su mirada a la cartografía del Mare Nostrum a través de la exposición “La forma del mar”, en la que David Calle y Paco Álvarez nos proponen un recorrido por 16 mapas significativos de la cuenca mediterránea desde el siglo XIII a. C. hasta el XVII. La muestra comprende mapas que recrean desde los viajes de Ulises según la versión del geógrafo Francesco Constantino Marmocchi hasta el mapamundi más grande conocido, dibujado por el cartógrafo Monti en Milán. En ellos podemos encontrar referencias literarias, filosóficas y científicas que ampliarán la visión de los visitantes sobre un mar que, pese a sus reducidas dimensiones, durante siglos fue uno de los centros de la humanidad.

El Mediterráneo ha sido uno de los mares más importantes de la historia. Constituyó la principal vía comercial y cultural del mundo, poniendo en contacto durante milenios a los habitantes de África, Asia y Europa. Además, fue el escenario de múltiples leyendas y mitos, cuyas enseñanzas y prototipos de comportamiento humano han llegado hasta nuestros días y siguen estando presentes en el imaginario colectivo.

El Mediterráneo fue, asimismo, un espacio de enorme valor mercantil, motivo de cruentas disputas a lo largo de los siglos, que vio florecer a las civilizaciones más importantes de la historia occidental: egipcios, minoicos, fenicios, cartagineses, griegos, romanos…. Un desarrollo que no habría sido posible sin los mapas, imprescindibles a la hora de guiar la navegación y permitir intercambios de toda índole. Esta exposición, la primera que organiza Casa Mediterráneo sobre la cartografía de la cuenca, pretende contribuir a ampliar nuestros conocimientos sobre el Mare Nostrum y sus valiosas aportaciones a la historia de la humanidad.

Andrés Perelló Rodríguez
Director general de Casa Mediterráneo

Medi-Terraneum

Nuestro mar es el mar en medio de la tierra; el Medi-Terraneum. En ningún otro lugar como en sus costas, se desarrollaron tan pronto, importantes civilizaciones: egipcios, minoicos, fenicios, cartagineses, griegos, judíos, romanos, otomanos o aragoneses son los nombres de los pueblos que decidieron ir más allá del horizonte y darle forma a nuestro mar.

Con la nostalgia del fuego del hogar como única luz, a bordo de barcos primitivos, con el mar en la mirada y siguiendo mapas que aún no estaban escritos, dibujados ni imaginados, nuestros antepasados llegaron desde el otro extremo del mar hasta las columnas de Hércules y más allá, mientras los geógrafos dibujaban el mundo, mientras los poetas escribían las leyendas y los mitos…

Esta es la premisa que nos ha guiado en la recuperación de los mapas históricos, imaginados y reales, de nuestro mar. Esa es la historia que queremos contar en esta exposición. Al principio, el Mediterráneo, del que no se conocía todavía la forma, no era un mar con un mapa, sino un tablero donde los dioses jugaban con los héroes de la guerra de Troya que buscaban el camino a casa según nos contó Homero. Siglos después, el nacimiento del pensamiento científico pensó un mundo en cuyo centro estaba Grecia, en medio de un mar central, con la tierra habitable a su alrededor y rodeada toda ella por un gran río infranqueable que se llamaba océano. Sería la mitología quien mezclada con una incipiente ciencia, dibujaría las costas de ese mar central, de nuestro mar.

Ya se conocía que la tierra era redonda, como demostró Eratóstenes en el siglo II a.C., pero todavía quedaban viajes de epopeya y fundación, como los de Eneas, que justificarán el origen troyano y por lo tanto antiquísimo de Roma, la cabeza de ese mundo que llamó por primera vez mar nuestro, al Mediterráneo y que se extendió por todas sus costas. Para entonces la forma del mar iba siendo más clara, pero no así la manera en la que ese incipiente mundo estaba en el espacio. La península ibérica comenzó a dibujarse en la base de los mapas, aunque se sabía situada en el oeste. El norte no siempre estuvo arriba. Más tarde la religión buscó un mapa ideal, en el que encontrar a Dios y todo lo escrito en la Biblia, en ese mapa, el centro seguía siendo, como no podía ser de otra manera, el Mediterráneo.

El mar nuestro fue camino, guía y centro de la civilización, del comercio y de la comunicación. Cualquier viaje, cualquier noticia, desde la cerámica hasta el alfabeto, viajaron antes y más rápido por nuestro mar. Pomponio Mela, romano de Algeciras, San Isidoro de Sevilla, el ceutí Al Idrisi, el mallorquí Cresques Abraham, fueron algunos de los sabios que dieron forma a nuestro mar, que sería diferente si no hubiera sido dibujado por aquellos primeros exploradores que con la esperanza como timón decidieron cruzar el mar para buscarse, tal vez, a sí mismos.

David Calle y Paco Álvarez

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